Recientemente, se anunció que se concedería el premio Princesa de Asturias de las Ciencias a la doctora Svetlana Mojsov, química de nacionalidad norteamericana, quien “…descubrió la secuencia activa de una hormona intestinal que estimula al páncreas a liberar más insulina cuando el nivel de azúcar en la sangre es elevado.”, a quien por mucho tiempo no se le habían reconocidos sus aportes científicos en los temas vinculados con la obesidad y la diabetes. (El País de España, 06/06/2024)
El caso de la doctora Mojsov es uno de los tantos que refleja como los aportes de las mujeres han sido históricamente marginados o no reconocidos, conformando casi un patrón de visibilidad cero o limitado debido al género. Una posible evidencia, podría ser, el número de premios Nobel otorgados a mujeres desde el año 1901 al presente de sólo 60 premios, mientras que se han otorgado 860 para los hombres.
Otro caso que me llega a la memoria es el de la doctora Rosalind Franklin, inglesa, 1920 – 1958, quien a pesar de que hizo significativas contribuciones para las Ciencias, específicamente para la biología, física y química no logró en vida el reconocimiento que merecía su trabajo. La doctora Franklin, obtuvo una formación básica en el área de las Ciencias Naturales, recibiendo su doctorado en fisicoquímica; centrando su atención temática en los estudios sobre la Estructura del ADN, la Estructura fina del carbón y el grafito, la Estructura de los virus. Sus descubrimientos sobre la densidad del ADN, van ayudar a James Watson y Francis Crick a sugerir la hipótesis de la doble hélice del ADN. Este supuesto contribuyó a entender no solo la estructura y función del ADN, sino también los mecanismos fundamentales de la herencia genética, la variación y la evolución.
De 1953 a 1958 la doctora Franklin trabajó en el Laboratorio de Cristalografía del Birkbeck College de Londres, conjuntamente con Maurice Wilkins en el estudio de la estructura del ADN. La participación de Franklin en la investigación sobre el ADN se vio interrumpida por su prematura muerte por cáncer en 1958, a la edad de 37 años.
En el año 1962, cuatro años después de fallecida, los doctores James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins reciben el premio Nobel de Fisiología (medicina) por el descubrimiento de la doble hélice del ADN. La doctora Rosalind Franklin, no recibió este reconocimiento pues de acuerdo con la normativa del premio Nobel, el mismo no se concede póstumamente. Deberá transcurrir casi una década (1970) para que se le reconozcan sus aportes al estudio del ADN.
Otros casos de mujeres invisibilizadas
En tiempos más recientes, hay varios ejemplos de mujeres cuyas contribuciones fueron inicialmente subestimadas o ignoradas, pero que gradualmente han sido reconocidas.
Katherine Johnson, 1918 – 2020, matemática cuyo trabajo en la NASA fue crucial para el éxito de las misiones espaciales estadounidenses, incluyendo el primer alunizaje en 1969. Su historia y la de sus colegas Dorothy Vaughan y Mary Jackson fueron destacadas en el libro y la película "Hidden Figures" (Talentos Ocultos).
Tu Youyou, nacida en 1930, científica china que descubrió la artemisinina, que ha salvado millones de vidas al ser un tratamiento efectivo contra la malaria; recibió el Premio Nobel de Medicina en 2015, décadas después de su descubrimiento en los años 70.
Jocelyn Bell Burnell, nacida en 1943, astrofísica que descubrió los pulsares (estrellas de neutrones que emiten radiación) como estudiante de posgrado en 1967. Por este hallazgo, en 1974, se concedió el Premio Nobel en Física a los doctores Antony Hewish y a Martin Ryle que trabajaba esta área, la entonces Doctoranda Bell Burnell no fue Laureada con el Nobel a pesar de su contribución al trabajo de Hewish y Ryle. Tiempos más recientes le han reconocido sus aportes a la astrofísica.
A modo de cierre
La historia de estas mujeres conlleva a examinar las situaciones de carácter ético conductuales que condicionan la invisibilidad de su trabajo y la importancia de sus contribuciones profesionales, en proyectos colaborativos, como una manera de asegurar que reciban el crédito y el reconocimiento merecido.
Coincido con Pierre Bourdieu en que la invisibilización es una forma de violencia simbólica y psicológica que, aunque menos obvia que la violencia física, tiene profundas implicaciones en el bienestar y en la estructura social. Reconocer y abordar la invisibilización es crucial para construir una sociedad más justa y equitativa.
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Que disfrutes una buena semana, gracias por seguirme.
Osofeliz Editores
Emilio Osorio Álvarez
Profesor Titular, Escuela de Sociología, Facultad de Ciencias Económicas (FACES) y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Post Doctor y Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Master en Ciencias Demográficas, Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Sociólogo de la Universidad de Puerto Rico (UPR).