Recientemente, mientras estudiaba la primera Catilinaria de Marco Tulio Cicerón, me sentí conmovido y convocado por la intensidad y la relevancia de sus palabras en defensa de la República Romana. En medio de mi concentración y del cansancio acumulado del día, el sueño me venció; lentamente se me cerraron los ojos y caí en un sopor, en el que de repente me encontré en el Senado Romano en pleno siglo I a.C.
Allí, con mi guayabera manga larga y mi sombrero panamá; me encontraba frente a frente con Marco Tulio Cicerón. Con asombro, pensé que era una oportunidad única para escuchar de primera mano la historia de sus famosas Catilinarias.
Cicerón (mirando con curiosidad mi vestimenta y el dispositivo en mi mano) me preguntó, Forastero ¿podrías decirme tu nombre?
Yo: Emilio, Maestro Cicerón.
Cicerón: Forastero Emilio, ese objeto que tienes en la mano, ¿qué es exactamente? Nunca he visto algo parecido. ¿Para qué lo usas?
Yo: Maestro Cicerón, esto es un celular, un aparato que usamos en el siglo XXI. Sirve para muchas cosas, principalmente para comunicarnos a grandes distancias.
Cicerón: ¿Comunicación a grandes distancias? ¿Cómo funciona? Entre nosotros, la comunicación depende en gran medida de la confiabilidad de los mensajeros. Los correos y los mensajeros son esenciales para las comunicaciones oficiales y privadas. Las reuniones en persona y los discursos públicos son muy importantes para compartir ideas y tomar decisiones. Además, se emplean palomas mensajeras para enviar mensajes urgentes a corta distancia. Los espejos y señales de humo también se usan en algunos pueblos para transmitir información a través de distancias más cortas.
Yo: Maestro, ¿me permite preguntarle sobre sus enfrentamientos con Catilina?
Cicerón: Ah, amigo, ¿has venido a charlar conmigo sobre mi quehacer y desempeño político?, ¿por qué tú, forastero Emilio, quieres saber sobre esos hechos que ocurrieron hace tanto tiempo?
Yo: Maestro Cicerón, sus ideas han inspirado muchos ideales y mensajes a través de la historia, en contra de las tiranías y gobiernos autoritarios. Por favor, Maestro Cicerón, comparta su experiencia conmigo.
Cicerón: Imagina al Senado romano, resonando con murmullos de conspiración. Catilina y sus secuaces tramaban derribar los pilares de nuestra República. En ese momento, frente a lo que observaba y la obstinación de aquellos hombres de no aceptar los resultados de las elecciones para el cargo de Cónsul, pregunté con voz fuerte y clara: ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?
En aquellas horas oscuras, sombrías, dije unas palabras que resonaron como truenos; grité con fervor y a todo pulmón “¡Viva la República!". No era solo un llamado a la acción, sino un grito por la justicia y la democracia que tanto amábamos.
Luego, los días siguientes, redoblé mis mensajes frente a la conspiración, revelando los planes del enemigo y uniendo a nuestros ciudadanos en defensa de la concordia y la ley. Con cada discurso, sentía el peso de la angustia y la incertidumbre de mi pueblo sobre mis hombros. Contrario a lo que muchos piensan, para mí no era la elocuencia lo que importaba, sino el compromiso con los ideales que sostenían nuestra República. Al final, la República triunfó. Catilina y sus cómplices fueron expulsados de Roma, y la democracia respiró nuevamente.
El sueño se fue desvaneciendo, mientras escuchaba a lo lejos la voz de Cicerón que iba preguntándose cómo era posible una comunicación a grandes distancias, a través de ese instrumento que había visto en manos del forastero. Y se repetía que para ellos la comunicación dependía en gran medida de la confiabilidad de los mensajeros. Los correos y los mensajeros eran esenciales para las comunicaciones oficiales y privadas. Las reuniones en persona y los discursos públicos eran muy importantes para compartir ideas y tomar decisiones….
Con esa última imagen desperté.
La voz del Cónsul Marco Tulio Cicerón resonaba en mi mente como un llamado atemporal a la defensa de los principios democráticos y la justicia. Su firmeza al proclamar "¡Viva la República!" se convertía en un recordatorio de que, incluso en los tiempos más oscuros, la valentía de unos pocos puede cambiar el rumbo de la historia.
#PoblaciónySociedad #osofelizeditores #desdemigarita #HastacuándoCatilina #MarcoTulioCicerón
Osofeliz Editores
Emilio Osorio Álvarez
Profesor Titular, Escuela de Sociología, Facultad de Ciencias Económicas (FACES) y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Post Doctor y Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Master en Ciencias Demográficas, Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Sociólogo de la Universidad de Puerto Rico (UPR).