El 18 de junio de 2023, falleció en la ciudad de Caracas, a los 93 años, mi muy querida y excepcional amiga, Doña Carmen Abad de Martinez, mi suegra.
Mis primeros recuerdos de nuestra relación datan del año 1968, cuando viajó a Puerto Rico, para visitar a su hija Haydée Josefina quien estudiaba en la Universidad de Puerto Rico (UPR); imagino que, de paso, iba a echarle un vistazo al boricua que la pretendía. Tal vez pensaba... amores de estudiantes flores de un día son...
Mi impresión general en los primeros años de nuestra relación personal era que teníamos visiones contrapuestas, diferentes e incompatibles. A lo largo de las diversas décadas que compartimos, construimos y disfrutamos una hermosa, sólida y empática amistad. Una relación cimentada en los afectos, el respeto, el valor del otro, la consideración, la libertad, la alegría y muy particularmente con tranquilidad y paz.
Durante su existencia, doña Carmen tuvo la fortuna, como diría Kipling, de mantener su cabeza en su sitio mientras otros la perdían y su mundo cotidiano se puede resumir en dos frases “con los míos con razón y sin ella”, aun cuando aseguraba que “amor no quita conocimiento”.
Doña Carmen nació en el Valle de Guanape, municipio Francisco del Carmen Carvajal, estado Anzoátegui, en el año 1930. Sus padres fueron Tomás y Cruz María. En dicha localidad estudio hasta el sexto grado, luego se mudó a Barcelona y allí conoció a su compañero y esposo por 58 años, don Luis Manuel. Asumió una maternidad muy temprana, la crianza de sus 5 hijos y con una férrea determinación hizo de su prole honorables ciudadanos. No dudó en salir a trabajar para fortalecer la economía familiar, lo que conllevó el aprendizaje de mecanografía, taquigrafía, contaduría, entre otras habilidades. Estando ya casada, continuó sus estudios de bachillerato en el Liceo Cajigal de Barcelona. Cuando tuvo la necesidad de movilizarse de Barcelona a Caracas, no lo dudó ni un instante, dejando atrás toda una vida para iniciar otra completamente diferente.
Doña Carmen fue un espíritu y una madre universal, que recibió en su grupo familiar, con entusiasmo, a un puertorriqueño, una norteamericana, un ecuatoriano, un y una española como compañeros de vida de sus hijos e hijas, padres y madres de sus nietos y nietas, que hoy están dispersos por Canadá, Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Irlanda, España, Noruega, Malta y Venezuela.
Lectora voraz y entusiasta conversadora, nos regocijábamos en su cocina, frente a una taza de té o café, intercambiando opiniones sobre García Márquez, Vargas Llosa, Saramago, Laura Esquivel, Carlos Fuentes, Rosa Montero, Isabel Allende, Gioconda Belli y, últimamente, María Dueñas.
Aficionada a los crucigramas y al sudoku, de exquisito gusto por la música clásica y no clásica, admiraba embelesada a Maria Callas, a Andrea Bocelli y al pianista griego Yanni Chryssomallis.
El mundo científico le atraía y los avances tecnológicos la enloquecían. Desde la llegada de las tablets tenía un par de ellas a su costado que le permitían seguir telemáticamente la vida de sus hijos e hijas, nietos y nietas, biznietos y biznietas, yernos y nueras. Siempre recordaba la canción de Agustín Lara que decía en unos de sus versos “/su memoria es como un laberinto / (donde) se ha fugado, la rima de sus versos / y en cada verso, se escapó una historia… “/(Agustín Lara, Ya no me acuerdo).
Es imposible hablar de doña Carmen y no mencionar cómo disfrutaba vestirse bien y con elegancia, acicalarse, perfumarse, lucir collares, o aludir que nunca descuidó su cuerpo, al que atendió con mimo particular. Tampoco podemos hablar de ella sin mencionar su fe en Dios, su padre, como le gustaba llamarlo. Con una arraigada convicción en el poder de la oración, para dar gracias, para solicitar bendición y protección para toda la familia y sobrellevar la ausencia de mi querido cuñado Luis Manuel.
Si bien es cierto que a lo largo de su vida tuvo sus molestias y achaques, supo manejar ese cuadro de salud con la mayor sabiduría posible. Cuidar su cuerpo y su mente, vivir cada día plenamente y mantener una actitud positiva frente a las diversas situaciones que se le presentaban formaban parte fundamental de su cotidianidad. Sus desayunos, almuerzos y cenas siempre fueron organizados con cuidado, se preparaba lo mejor que podía para enfrentar cada día. Siempre estaba lista para aceptar y asistir a las diversas actividades sociales y culturales que le invitaran. No usaba bastones, leía sin lentes y escribía muchísimo. Tenía una memoria envidiable sobre las más diversas fechas, números telefónicos y las celebraciones o conmemoraciones personales y familiares.
Mujer de empuje y con gran capacidad emprendedora rompió muchos moldes en su vida, entre ellos el de suegra. En más de cinco décadas ambos crecimos, evolucionamos y aprendimos a resolver nuestras diferencias, a compartir lo bueno, lo malo y lo feo, a callar cuando era necesario y a reflexionar sobre diversos temas.
Nos gustaba jugar a las cartas y fuimos adversarios permanentes en el dominó. Declamábamos, cantábamos y hasta nos retábamos, para ver quien recordaba más poemas o canciones. Debo decir que ella siempre me llevaba varios poemas y canciones de ventaja. Recordaba poemas del libro de Luis Edgardo Ramírez, de Andrés Eloy Blanco, Federico García Lorca, Pablo Neruda, José Ángel Buesa, Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer, entre otros muchos poetas.
A modo de Cierre
Hace unos años, estando de vacaciones del año escolar universitario, iba caminando con doña Carmen hacia el Parque del Este, cuando me encontré con mi amigo profesor Efrén Scott en Chacao. Conversamos un rato, le presenté a la señora Carmen y le dije que Haydée estaba de viaje en Miami visitando a las hijas y yo me había quedado en Caracas. Algunos días después volví a encontrarme con Efrén y nuevamente le dije que me estaba quedando con doña Carmen mientras Haydée estaba de viaje. En ese momento, Efrén me dice, “Emilio que raya quedarte con la suegra, que raya, que raya”. Cuando regresé de mi caminata le conté a doña Carmen mi encuentro con Efrén, le causó mucha gracia, y cada vez que salíamos o estábamos solos ella me repetía la frase en medio de una carcajada.
En mi opinión doña Carmen rompió el molde del estereotipo de suegra, al exhibir una actitud aceptante y respetuosa para con sus yernos y nueras, hacia quienes tenía una comunicación honesta y abierta, comprensiva y empática.
La lección que me queda de esta vida que hoy recuerdo con mucho afecto es que uno tiene que quererse tal cual es, cuidando su cuerpo y alma; vivir un día a la vez, buscar la paz y tranquilidad espiritual para tener una vida feliz y armoniosa y al igual que ella cuidar con entusiasmo lo mental, es decir lo relacionado con las actividades intelectuales y creativas, la curiosidad y las habilidades cognitivas.
¡Al final siempre fue Carmen, la que contaba 16 años!
24 de junio de 2024
Mis felicitaciones para los Juanes y Juanas.
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Osofeliz Editores
Emilio Osorio Álvarez
Profesor Titular, Escuela de Sociología, Facultad de Ciencias Económicas (FACES) y Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Post Doctor y Doctor en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Master en Ciencias Demográficas, Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico (UPR). Sociólogo de la Universidad de Puerto Rico (UPR).